Mente sana en cuerpo sano
Si empiezas a notar que ningún chiste ya te causa gracia, que tienes pensamientos obsesivos, odiosos, y que tus días se escurren sin mayores expectativas, que la de oír qué dijo fulano de tal contra cierta persona, que la paz ya no es el eje de tu existencia, es porque tu salud mental, tu ánimo, están pasando por problemas severos.
Me decía mi abuela materna, cuando se ponía en plan de darme consejos, que en el mundo siempre hubo, hay y habrá problemas, pero que no debía dejar que mi corazón se estrujara o ensombreciera.
Ella tenía el ánimo permanentemente abierto a la alegría a pesar de que enviudó siendo aún joven. Tuvo que dar desde su humilde condición de maestra de escuela educación universitaria a sus hijos.
No se doblegaba ante las adversidades. Su espíritu festivo la pintaba entera. A menudo, los domingos, había fiesta familiar en su casa, porque como buena anfitriona que era, la parentela se hallaba a gusto en su presencia.
Me hablaba de la revolución del 47, me decía que muchas veces el hombre hace su propio destino porque no mide la gravedad de sus acciones dentro de la sociedad, y me enseñaba a buscar el perfil alegre de las circunstancias.
Era yo su pequeña discípula.
Sé muy bien que la existencia, esto de vivir, de buscar el pan de cada día honradamente, no es fácil. Por otro lado también sé que las situaciones conflictivas que se van dando en el país afecta a mucha gente. Hay que velar pues por la salud mental. El estado mental se reconoce entre el equilibrio o la comunicación equilibrada entre un ser humano y su entorno sociocultural. La salud física se refleja prontamente en la salud de la mente. De igual manera la salud mental muestra sus reflejos en el organismo. “Mente sana en cuerpo sano” es una frase vieja y sabia que define con claridad la armonía en el ser humano.
Que una persona consiga mantenerse con buen talante, que pueda manejar la manutención de sus necesidades propias y que sea capaz de afrontar las tensiones que van surgiendo, naturalmente, en su diario trajín, habla de bien de su salud mental. Brindo por la gente sana.
Veo con mucha preocupación que muchas personas no se relajan. Son agresivas en su lenguaje y empiezan a enrarecer, a complicar el ambiente familiar y también laboral. Además van aprisa por la calle, no se distraen ante un escaparate y son incapaces de llevar una conversación tranquila, pues han perdido la capacidad de escuchar. La conversación puede llegar a ser una fórmula muy exquisita. Resulta tan grato hablar sobre alguna película, la familia y los proyectos personales con alguien que respete y valore los matices del lenguaje.
Pues bien, va el hombre apurado a su lugar de trabajo, hace su tarea del día sintiendo una gran presión, se exige más de lo que su organismo y su mente pueden dar, y acaba convirtiéndose en un estresado más del montón.
Cuidado con el estrés. Algunos estudiosos de ese mal dicen que no hay camino de retorno una vez que él hace un nido en la cabeza. A veces del estrés se pasa a la depresión o a serias alteraciones mentales que ameritan una visita al psiquiatra.
Precisamente sobre esta enfermedad que agobia a tantos individuos he escrito hace poco tiempo un poema cuyos últimos versos transcribo: ¡Sin el apuro eterno de quien corre/ al despertar para seguir corriendo/ descansa y ten en cuenta que la vida/ es sólo este momento hermano mío!
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