Delfina Acosta
CUENTO: HORA NOCTURNA
La anciana se hallaba sentada sobre la silla de ruedas, siguiendo con la mirada los movimientos del animal. Era un angora de ojos relampagueantes sumergido en la penumbra del patio cuya humedad parecía oler, por momentos, a las adelfas. Siempre los gatos me han parecido animales fantásticos. De un salto estaba caminando ya sobre el tejado de la casa vecina, y los perros de la calle, al divisar su figura escribiéndose en la luna llena y rojiza, se largaron a ladrar enfurecidos.
– Ella casi no da trabajo – me dijo la señora Esperanza. Tenía el cabello de color ambarino, la nariz aguileña, las gafas oscuras, y esa atención falsa, excesivamente amable, que ponen las mujeres movidas por un propósito urgente.
No hubiera querido trabajar como dama de compañía, pero la larga enfermedad de mi padre, con su amarilla cara de vela que se derretía, y el cigarrillo apagándose – a menudo – en su boca salivosa, me empujó a presentarme como la candidata solicitada en el diario: “Se necesita dama de buen trato, aseada, responsable, con conocimiento de primeros auxilios, mayor de treinta años, sin retiro…”. SEGUIR LEYENDO